domingo, 6 de mayo de 2012

Hoy quiero pedirte disculpas, por no decirte lo que te quiero, de vez en cuando


Son cientos las veces que me dijo, que llegaría el día en el que me acordaría de ella,  pero entonces tenía una edad maravillosa en la que uno cree que lo sabe todo, eran años en los que la cama se hacía por arte de magia, la ropa se lavaba, planchaba y guardaba solo con dejarla tirada en cualquier rincón de mis 10 m2 de habitación. Recuerdo que esa magia desparecía coincidiendo con la ausencia de mi madre, aunque funcionaba hasta cuando ella estaba enferma, pero cuando volé del nido desapareció ese encanto.
También tuve la suerte de vivir en un todo incluido, debíamos tener contratados una empresa que nos suministraba siempre la comida deseada en cada momento, siempre tuve la suerte de elegir, no me gustaba la verdura y en solo segundos, esas espinacas se convertían en un jugoso filete de pollo empanao, asombroso, además en este caso, el efecto no desaparecía ante las ausencias de mi madre, ya que el frigorífico aparecía casualmente lleno de recipientes (antes no había taper) etiquetados por días, pero el cáterin cerró y ahora a menudo, me acuerdo de ella.
Mi padre sigue disfrutando de esa magia, por ello, creo debe ser por el piso de Villegas, supongo que por ser tan chico, a cambio le darían esos privilegios. Mi padre le entregó sus mejores años de vida a la UGT, mi madre también, al igual que todas la mujeres que criaron a sus hijos mientras sus maridos luchaban por la clase trabajadora, por el futuro de sus hijos y nietos. 
Mi madre era la que siempre estaba en casa, bueno, siempre no. El encanto funcionaba de manera extraordinaria en ella, de hecho creo que por aquella época tenía superpoderes, trabajaba en una cooperativa de limpieza o fregando cacharros gigantes en la cocina de San Lázaro, pero le daba tiempo de dejarnos el desayuno, la ropa y el alimento del recreo preparado. Ella salía a las seis de la mañana y cruzaba por el Polígono Norte aún de noche ¡sola! Lo que yo diga, tenía superpoderes .
Ella siempre sabía donde estaba todo, debía tener un ordenador en la cabeza, la luz, el agua, el piso, la compra, etc, antes no había domiciliación bancaria, había que hacer unos cuantos de km andando para pagar estas cosas, pero ella, no sabía como, le daba tiempo de todo. Conocía los precios de todos los comercios en 10 km a la redonda, iba a León XIII por unas zapatillas que valían 100 pts menos que las de la gitana de la plaza y compraba el pan en el Polvillo de los príncipes porque era el que estaba más calentito de todo el distrito, no era casual encontrarte con alguien que te dijera – he visto a tu madre comprando en…..- lo que yo diga, poderes mágicos.
Además de todo eso, también creo que ella debió viajar al futuro, aunque no podría contárnoslo, se está cumpliendo todo lo que predijo: Ya te acordarás de mí cuando tengas hijos, ya te acordarás de mi cuando trabajes y tengas que llevar tú casa “palante”, ya te acordarás de mí cuando……..
Pues sí, me acuerdo de ti todos los días, no solo por haberte entregado en cuerpo y alma a tu familia, también porque estoy aquí y soy así, por tu sangre, por tus noches sin dormir y por tu ejemplo.
Hoy quiero pedirte disculpas, disculpas por no decirte lo que te quiero de vez en cuando, sé que tendría que haberlo hecho mucho antes, pero nunca me apetece verte llorar, como seguro que lo estás haciendo ahora.

Te quiero 

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