jueves, 26 de noviembre de 2009

Kiki Casanova & Kiki Lobato (1ª Parte)


En la vida ocurren cosas que a priori carecen de importancia y que sin embargo, se quedan guardadas en alguna parte del “molondro”. Son pocas las ocasiones en las qué esas imágenes cobran importancia con el trascurso de la vida, pero a veces ocurre y os prometo que si tuviera una impresora enchufada a mi ombligo, imprimiría una perfecta imagen de un chaval canijo con la cara algo ennegrecida, de unos 15 años de edad.

Mi primer día en el Instituto Albert Einstein marcó el resto de mis días, yo venía de una EGB algo problemática para mis padres, las llamadas de los profesores al 430179 eran frecuentes (Este es el número de ese horroroso teléfono que ocupaba medio mueble de mi “mini piso” de Villegas, donde hoy mis padres continúan viviendo).

Nunca fui un alumno ejemplar, aprobaba justito, en esos momentos estaba dedicado a conocer el mundo desde un punto de vista muy peculiar, pero alejado del típico niño modelo con qué todo padre sueña. Por muy poco que hubiese llovido y por muy pequeño que fuese el charco, ahí iba yo, a meterme donde no me llamaban.

Cumplí esa etapa de la vida con más pena qué gloria, quizás no sacaba ningún ocho en lenguaje, pero cuando salí de allí, sí que llevaba un buen aprobado en la asignatura de la calle y esto me hacía jugar con ventaja con respecto al resto de compañeros que me rodeaban, alguno se licenció en Ingeniería, otros en derecho, pero pocos han podido competir en la vida, en las condiciones en las que yo lo he hecho.

Aquel día, mi estreno en la antigua FP (Aquel sistema que todo el mundo criticó al gobierno de González y que tantas vidas ha encauzado) era una nueva oportunidad para mí. Deje el C.P. Pino flores y allí deje a mis amigos, a mis profesores y sobretodo dejé mi fama de “bueno”. Ahora tenía una oportunidad de empezar bien está nueva andadura y esa fue mi intención antes de que el destino me pusiese en el camino a mi alma gemela.

Me matriculé en sanitaria, era el momento de decidir a qué querría dedicarme en un futuro, cada vez más cercano. Por aquella época tenía una vinculación especial con mi Tío Andrés (Aún mantengo ese mágico lazo) y él se dedicaba y dedica a la Prótesis Dental, era una buena salida y un trabajo que no me disgustaba demasiado, así que el camino trazado estaba más o menos claro.

En aquel septiembre no me acuerdo bien la moda que prevalecía entre los adolescentes, pero sí recuerdo que para mí era un aspecto muy importante en aquellos momentos, insisto en que no tengo ni idea de lo que llevaba puesto, pero si tengo presente el miedo a no gustar del primer día.

El mismo autobús que aún sigue arribando en la Plaza Ramón Rueda de Pino Montano (Algún día escribiré de mi relación con este Gran Compañero), fue el medio de transporte de mi primer año de Instituto (Los años posteriores cabalgaba en la mítica “Pico Pato”). Tenía esperanza de encontrarme en esa parada con alguien conocido, después de mirar entre los adolescentes que allí se apilaban, solo encontré un grupo de novatos igual de “jiñados” que yo y a los cuales no había visto antes en mi corta vida. Subí a ese autobús y seguí observando quien subía y bajaba en cada parada, pero mí mirada solo encontraba más de lo mismo.

Entre la Plaza Ramón Rueda y la calle Almadraberos puede que haya 200 metros de distancia y mientras los recorría no podía imaginar, que al entrar en ese portalón verde, me encontraría con esa familia que no tiene tu sangre, pero que tú eliges para que te acompañe el resto de tu vida.

El inicio del curso escolar era una autentica locura, 40 niños/as por clase pueden hacer una idea lo que ha avanzado la educación en este aspecto, recuerdo que la gente de mi barrio andaba por allí, me refugié en alguno de ellos (No lo pude hacer en el camino, ya que ellos tenían la presentación una hora antes), pero la sirena sonó y todos partieron por un pasillo hacía la izquierda siguiendo un cartel indicativo que señalaba el departamento de electrónica. Allí me quede yo, junto a un montón de niñas con las carpetas forradas de posters del Súper Pop y las cuales no me atrevía a mirar por vergüenza (Entre ellas mi hermana Rocío), aunque creo recordar también que me fije especialmente en como quedaban unos Liberto en el trasero de la que hoy es mi comadre.

Antonio “El conserje” nos indicó a ¡TODAS! (fue una etapa en la que sufrí la utilización de un lenguaje sexista en mis propias carnes) que para ir al Departamento de Sanitaria, había que subir a la primera planta y allí fui yo, rodeado de adolescentes féminas y con algún tío más que andaban igual o más perdidos que yo (Perdón a mis hermanos Peluca y Beni por estrenarme con el Negro).

Y fue al subir el último escalón hacia la primera planta, cuando vi recostado en esa pared alicatada de azulejos verdes, a ese chaval canijo con aspecto de beduino, que portaba una chaqueta de cuero, que le sobraba por todos los sitios y que estaba repleta de remaches. (Nunca se lo he preguntado, pero debió ser heredada de su hermano David, que por aquella época estaba “empetao”).

No sé quien escribe el libro del destino, pero estaba claro que si alguien debía decidir quiénes iban a convertirse en hermanos ese día, acertó de pleno, conectamos desde el principio, desde la primera vez que nos dirigimos la palabra y eso que entre nosotros siempre andaba otro compañero/a y lo escribo así, por qué era una mezcla de varias personas y animales a la misma vez, era raro y de Valdezorras, pero muy buena gente, un trozo de pan. (Que conste que no tengo nada contra ese barrio, donde vive parte de mi familia).

Nuestra clase estaba compuesta por unas 30 niñas y unos 6 niños, (Chicas y chicos son palabras para la gente de Toledo y por ahí) entonces estaba claro, que la madre naturaleza se haría presente y ante tal manada de hembras, los machos tendimos a juntarnos en algún rincón de la clase. (Arrinconarnos más bien).

Recuerdo que cuando empezábamos a sacar la cabeza, entró por la puerta de esa clase nuestra tutora, la Señorita Pura (Ni siquiera los profesionales que trabajan hoy en Hollywood, hubiesen encontrado una mujer más parecida a la “Señorita Rotenmeyer”) delgada, ropa de cualquier actriz de “amar en tiempos revueltos”, rostro muy serio y una sonrisa forzada, vamos la mejor de las profesoras para enderezarme en esta recién estrenada época de madurez.

Ya no recuerdo mucho más de ese día, a un tal Israel Gómez también lo conocía de algo, nuestras familias tuvieron vidas paralelas y habíamos coincidido alguna vez que otra. (Ahora es padrino de mi hijo) Había también un par de chavales de Pino montano, Félix y Benito (Como perdimos dos años hermano) y alguno que otro de San Diego con los que había coincidido en el autobús, además de un fuertudo Pardiñas que vivía a unos escasos metros de mi casa, en Villegas la nueva y que elegí en un principio para hacer el camino de ida y vuelta al Instituto.

Los día fueron pasando y el curso puso a cada uno en lo suyo, estaba claro que los chavales que allí nos habíamos juntado, teníamos ya de por sí algo especial, en aquellos años no era muy atractiva la rama sanitaria entre los hombres, por lo qué no fue para nada complicado crear un clima de buen rollo.

Ese curso estuvo lleno de ilusión, risas y camaradería, pero la más importante era que entre un elemento químico y una clase de anatomía patológica, estaba naciendo una gran familia. (Como he dicho anteriormente, espero seguir con el blogs para poder escribir sobre tod@s los que la forman, incluido “El Pino”)

¡Casanova cállese! ¡Lobato fuera de la clase! Creo que el camino que recorríamos juntos, por esos pasillos para ver a Maribel (Jefa de estudios) nos ayudo a conocernos mejor, fueron muchas las ocasiones en las que hacíamos compañía a Maribel, mientras ella se fumaba un cigarrillo y reía a carcajadas después de intentar una y otra vez ponerse seria con nosotros.

El negro y yo nunca planeábamos nada (Con la edad nos hemos vuelto sofisticados en nuestras bromas y aprovecho para reconocer que alguna la hemos preparado a conciencia) pero nosotros nunca necesitábamos nada, ni siquiera mirarnos, teníamos y tenemos un sentido especial y nuestros pensamientos nos servían para comunicarnos, es algo raro, pero parecido a lo que cuentan que les ocurre a los gemelos.

Son muchas las anécdotas que nos sucedieron y mucha la gente que se acercaba a nosotros, (Incluso las niñas grandes con las que alguna vez que otra soñaron nuestras emergentes hormonas), él era y es un líder, pero como buen hermano pequeño (le saco 62 días de ventaja) dejaba que el 90% de las iniciativas las tomase yo, entre otras razones, porque lo que yo hiciera o dijese, estaría en plena armonía con sus pensamientos.

A partir de ahí, fuimos construyendo una familia, tod@s hemos aportado nuestro granito de arena, pero es de justicia reconocer, que sin él hubiese sido imposible.


Continuará……..