miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sensación de vivir a la sevillana (2ª Parte)





Sí hubo una serie en los 90 que cautivó a la adolescencia, fue sin duda la de unos estudiantes americanos que lo único que no hacían, era estudiar. Brenda, Dylan o Kelly no se parecían en casi nada a nosotros, pero se conocieron, crecieron y terminaron por formar una familia, a la misma vez que lo hacíamos nosotros (Aunque los chalets de Pino Montano no se parezcan a los horrorosos bloques de pisos de Beverly Hill).
 Mi magia con el negro se fue acrecentando, pero al igual que ahora, somos de ese tipo de personas que sumamos y abrimos constantemente nuestro círculo más cercano y el feeling con otras personas empezó a encajarnos como piezas del tetris.
 Una de las primeras piezas que encajaron, fue la mía con la de Israel Gómez (mi compadre “Peluka”), nos unían muchas cosas que después hemos ido descubriendo, pero sin lugar a duda alguna (frase que le encanta pronunciar a nuestro Presidente “Del Niu”) nuestra pasión por el Sevilla FC era y es compartida con el mismo orgullo; Suker, Zamorano o Pablito Bengoechea seguro que estuvieron presentes en una de nuestras primeras conversaciones, nos unía sentirnos de un equipo grande aunque nunca ganásemos nada (El 10 de Mayo de 2006  en Eindovhen vimos juntos un Sevilla CAMPEÓN).
 La siguiente pieza no tardo en caer, se acopló a regañadientes, los colores verdiblancos y su cara de niño bueno fueron las causas. Mi hermano Benito llegaba al Instituto con el cascaron de huevo que todos perdimos al salir de la EGB, pero él lo mantenía gracias a sus padres, a los amigos de su calle (Eran angelitos al lado nuestra) y por supuesto, a que no se había topado antes con tipos como el negro y él que les escribe.
 El Beni no hubiese sido ingeniero, pero le daba de sobra para sacarse el Auxiliar de Clínica en dos años en vez de cuatro, pero el curso de golfería duró exactamente hasta que al señorito Casanova no le permitieron volver a repetir y para entonces ya habían trascurrido dos cursos.
 Eran tiempos en los que ya teníamos problemas económicos y eso nos unía también, nuestra principal preocupación era recaudar dinero antes de qué sonará la melódica sirena del recreo (Sonaba como la de los campos de concentración, pero a nosotros nos entraban ganas hasta de bailar), y justo después del chupinazo, salíamos corriendo para enfoscar nuestro pan romano con todo tipo de ingredientes (Para todo aquel que no lo sepa, el pan romano es el que te deja cogida la mandíbula de tanto abrirla en el primer bocado) bueno, al negro no le preocupaban tanto las desaparecidas pesetas, ya que se dedicaba a contar chistes y hacer bromas para ganarse a “La Mari”, (Dejó una roncha en su tienda más grande que la de Air Comet) que por supuesto acabo cerrando.
 También empezábamos a tener cosquilleos en la barriga cuando nos llevábamos más de 10 minutos hablando con una tal Merchi o una tal María Barranco (Bueno, vale, la entrepierna también empezaba a soñar), aunque el negro ya le había echado el ojo a una tal Victoria Nogales (Como ya anticipe en mi anterior artículo, mi comadre tenía unos Liberto que le hacían un culo impresionante), aunque eso tampoco le impidió en un principio, algunos escarceos casi sexuales (Por cierto, algunas conquistas no fueron muy afortunadas por su parte).
 Casi nunca tuvimos encontronazos en el terreno sentimental, con esa edad se tiene una admirable valentía para anteponer tus amigos a una mujer (Igualito que ahora, por las quejilas), aunque el negro me la intento jugar con “La Melli”, pero el tiro le salió por la culata.
 No todos los momentos en el Albert Einstein fueron alegres, aún tenemos marcada en nuestra mente, esas estrambóticas clases de Educación Física, Paco “er facha” (Nos equivocamos al catalogarlo por un chándal olímpico español, pero éramos una mijita radicales) hacía sonar su pito cada viernes a primera hora, a las nueve en punto de la mañana, las ilusiones por jugar al fútbol se desvanecían al mirar las caritas de drama de nuestras treinta y pico compañeras.
 Al final, si Paco tenía un buen día (Casualmente solía coincidir con los días en que nuestra compañeras llevaban menos cantidad  de ropa) nos entregaba una pelota, entonces salíamos corriendo dirección a las porterías y cuando estábamos a punto del orgasmo, ¡Gatillazo! El portador del chándal de las olimpiadas de Los Ángeles nos dividía en dos equipos y comenzaba el apasionante y masculino juego de ¡Er matá!, pero eso no era lo peor, la puntilla era ver cómo nos observaban sonrientes las manadas de machos procedentes de los Departamentos de Electrónica y Electricidad, fue de las peores sensaciones que pude tener como adolescente.
En esos primeros instantes, mi hermana Rocío paso más bien desapercibida para nosotros, era demasiado inocente, si el Benito traía medio cascaron de huevo colgando de la cabeza, la que hoy es su esposa y madre de mi sobrino Javier, parecía que había salido de un convento de clausura (También es curioso que los dos se apelliden Rodríguez Rodríguez).
 Aquel primer trimestre nos sirvió para conocer el territorio y el personal con el que estábamos obligados a convivir durante algunos años (Tampoco teníamos mucha prisa en salir con el titulo camino de Telepizza o del Inem de la Cruz Roja). El resto de compañeros de nuestra clase no aspiraban a ser celebridades, Félix, Pedro, Roberto, “El Selu”, Pardiñas y compañía nos seguían, no eran de los nuestros, pero se convertían en nuestros cómplices en caso de que hiciese falta, creo que en el fondo querían ser como nosotros, pero el marcaje férreo de sus padres se lo ponía muy difícil.
 Ese año había un pájaro de colores revoloteando por Sevilla, “Curro” nos trajo una inversión nunca jamás repetida en la ciudad del GUADALQUIVIR (Algunos se empeñan en utilizar el nombre de una calle de Triana para referirse al río) y a nosotros nos dio pié a mil y una aventuras de las que daré cuenta más adelante, la Expo 92 marcó sin duda un antes y un después en todos nosotros……….

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